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elfracaso

Eso que llaman realidad

Mas agonía no

Ya no lo soporto.
El Estatut me da igual. La Constitución, atacada o no, me deja impasible. Los predicadores de las radios Copes, Herreras, Seres o Haberes, los Mundos o los Países, el delirio de Losantos o las cosas de Ibarretxe u Otegui, los ritos polarizadores de ZP y Rajoy me resbalan. Los tertulianos “sé de todo” servidores del pensamiento único ya no hacen mella en mi caletre. Sólo tengo una obsesión: sangre y colgajos en las alambradas, carne negra tumefacta. Las noches de los muertos vivientes ¿acabarán comiéndonos?. Fantasmas sin nombre pero ¡ay! con cara. Palizas sobre palizas. Abandono después en el desierto...
¿Dónde está Ratzinger? ¿Quién toma ahora la calle? ¿Dónde está Alá? ¿Dónde está Dios?.
Hoy, en la televisión, he visto llorar a una de esas sombras perdidas en el desierto balbuceándole no se qué al micrófono. He llorado con él, y mi mujer ha llorado y mi madre ha llorado y mi hija ha llorado y ¡ya basta!. Si no hay solución, si no podéis, si no podemos, dadme un CETME, un Kalashnikov, un K-7. Llevadme allí. No, no quiero que lo haga la Legión, ni la Guardia Civil. Lo haré yo mismo. No me temblará la mano al apretar el gatillo. Lo hice una vez por mi perro. Lo haré por un negro pobre. Acabemos con ellos ya. No prolonguemos su agonía. Dadme un arma si no hay solución. Llevadme allí. Dejádmelos a mí. Mas agonía no.
¡Dios mío! ¡Qué dolor!

Manuel Maciá
Octubre 2005

Me se ha caido

Martes, 12’15 del mediodía. Fuera retumban de cuando en cuando los truenos de la tormenta. La puerta del despacho del arqueólogo municipal se abre lentamente y aparece en ella la figura de Persita Puig, pálida, desencajada, temblorosa, con los ojos del espanto comiéndole la cara. Mira al arqueólogo sin verlo y como en un largo y agónico espasmo grita:
-¡Oh, Dios mío! ¡ME SE HA CAÍDO!.
En la mano crispada de Persita parece sonreír el plumero asesino.

Sí, queridos ciudadanos, es cierto. Seguramente a ustedes ya les habrán llegado rumores de la catástrofe. Pues bien, ha sucedido, no es ninguna broma, lo hemos visto con nuestros propios ojos: la Dama de Elche, la Dama Universal, yace rota bajo su pedestal.
Nosotros, los illicitanos que junto con el milenario palmeral, los ecos del Misteri y la gran Nit de l’Albá llevamos en nuestros pechos para la Virgen un altar, hemos recibido una mortal herida en nuestra idiosincrasia (que también es la suya de usted).
Con ese busto en pedazos, que ahora intenta pegar nuestro arqueólogo municipal con Super-Glue, se rompe también un mito, la Historia de un pueblo, ¿qué es un pueblo sin sus mitos? (de acuerdo, nos queda Manolo Bazooka, pero aún siendo éste más importante, la Dama también da penica ¿no?). Un pueblo sin mitos deviene en chusma sin referencias. En masa amorfa, sin identidad (aunque yo, la verdad, nunca me he identificado demasiado con el busto ese que, por mucho que digan, que si Dama, que si ibérica, tiene una pinta de Mandarín chino de la China que no se lame). Pero vayamos a los hechos ¿porque ustedes querrán saber los hechos? ¿no?: Como todo el mundo sabe ayer llegó la Dama procedente de Madrid en un camión blindado custodiado por el ejército. El recibimiento fue apoteósico, las campanas de todo el pueblo sonaban, las palomas volaban, los fuegos artificiales estallaban. Nuestro entrañable alcalde, con lágrimas en los ojos encabezaba a todo el Consistorio que, con entusiasmo, aplaudía la llegada de nuestro símbolo más querido y el que refleja más certeramente nuestro carácter (suponiendo que nuestro carácter sea el que representa un mandarín con ensaimadas en las orejas).
Amorosamente, fervorosamente (como si se tratara de la Santísima Virgen de la Asunción y no de una copia sin bigote del tío del Flan Chino Mandarín) se le trasladó en procesión de la Plaza Mayor al Museo Arqueológico. Las medidas de seguridad eran estrictas, tremendas, apabullantes. Toda la Policía Local, con sus Rayban de reglamento, hermosos y arrogantes, rodeaban la vitrina presurizada con paneles de abundio (hay que reconocer que el porte, la actitud, la gallardía de nuestros policías no desmerece en absoluto de la de sus admirados colegas norteamericanos de los que sin duda, por lo que se ve, toman ejemplo).
Con toda la pompa debida, se depositó la vitrina sobre un pedestal de falopio anodizado colocado en el centro de la habitación blindada, climatizada, esterilizada para el caso. Hubo
discursos, aplausos, cámaras. Don Clitorio, el obispo de la diócesis, bendijo a la vitrina, a la habitación, al alcalde, al séquito, a las Rayban y a dos mamparas que tapaban un agujero que había en el suelo al fondo a la derecha. Nada parecía presagiar la tragedia. La noche transcurrió tranquila, los 212 policías que custodiaban la joya ibérica sólo tuvieron que luchar contra el aburrimiento o con la excitación de estar viviendo aquel momento histórico.
Pero al día siguiente, o sea hoy, se desencadenó la tragedia. La vitrina de paneles de abundio que protegía a la Dama había sido retirada para que el concejal de Cultura, de incógnito, se hiciera una foto con la susodicha, sin la vitrina esa, que reflejaba el flash un porción. El conserje, digital en mano, intentaba encuadrar la foto cuando entra Persita Puig, la limpiadora, plumero en mano, a darle un repaso a la habitación y se percata de cierta coloración en el rostro de la Dama.
-¡Ay, esperen! No hagan la foto que algún cabronazo la dejao a la Dama en la cara unos polvos de coloricos.
Y, plumero en mano, presta, felina, Persita Puig se planta entre el conserje y el concejal y... aquí las versiones que tenemos se contradicen:
Versión A: Según el líder de la oposición, un pajarito le ha dicho que el conserje (un libidinoso contratado a dedo por ser primo de un amigo del jardinero de la escuela donde estuvo a punto de estudiar el alcalde) el conserje, repito, llevado por su lujuria, al ver inclinarse a Persita sobre el busto y constatar como el singular trasero de la chica tensaba la tela de su falda, no pudo soportarlo y metió mano en las orondas esferas haciendo trastabillar a Persita que cayó hacia adelante con el plumero sobre la cara de la Dama, de tal manera que la empujó al precipicio, a la catástrofe.
Ésta es la versión del líder de la oposición que, además, critica y condena la contratación de señoritas estupendas por parte del partido mayoritario, señoritas que, con su estupendez, provocan las naturales querencias de los machos y luego pasa lo que pasa. Y la dimisión del alcalde, el presidente del Gobierno, de Fidel Castro y de Hugo Chávez deben ser inmediatas.
Versión B: Esta versión, la que nos facilita el alcalde, es la que se recoge en la declaración del plumero que, hábilmente interrogado por nuestro jefe de policía, se ha autoinculpado y ha reconocido que el odio racista que siente por todo lo chino y el apoyo del líder de la oposición (que le dio la idea) le llevaron a controlar el cuerpo de Persita para que le lanzara contra la dichosa escultura china del mandarín ese sin bigote con las ensaimadas en las orejas y así destrozarla toda para siempre jamás. ¡Ah! Y el concejal no estaba allí y el conserje tampoco, que estaban almorsando en Villalobos y Persita cállate que te la cargas. Y el líder de la oposición debería ser más responsable y preocuparse más de lo que pasa en su misma casa, que el otro día a su mujer se le cayó un jarrón Ming y lo rompió y nadie ha dicho nada. Debe dimitir él, el jarrón Ming y su pajolera madre. Y el pajarito es un mentiroso.

En fin, tal vez nunca sepamos lo que pasó realmente, pero lo cierto es que pasó y que Persita Puig está para mojar pan.
El terrible suceso, sea como sea, marcará el futuro de nuestro pueblo. De eso no hay duda.
¡Qué horror!.

Lo que quería yo decirte

Querida exsimia:
Como te habrás dado cuenta al leer el penoso chistecito anterior, soy el capullo aquél que se cagó en las capacidades dibujísticas de Matisse (¡Qué torpe era el tío! ¡Hay que joderse!) en la fiesta del Miravete.
Creo que quedamos en que yo te enviaba un e-mail. Pues sea.
He de decirte que tu defensa del susodicho manco no ha hecho cambiar un ápice mi postura. He revisado documentos decisivos que avalan mis apreciaciones. Desde sus escritos de autobombo donde mete la gamba sin recato (lo que demuestra además su inopia intelectual), hasta los estudios grafológicos llevados a cabo por el conocido experto hindú Sr. Saphire de la Universidad de Bombay (que desvelan la naturaleza estulta de su trazo), pasando por las tesis del británico J.B. Beefheater o la Doctora rusa Srta. Stolichnaya que mediante sesudos análisis demuestran la ineptitud dibujística del menda, lejos de la falsa doctrina que asegura que lo hacía así de mal adrede. Ello no quiere decir que no hiciera algunas interesantes aportaciones a la historia del arte.
¡Ah! y no soy nada sospechoso de ser amante y defensor -como me echaste a la cara- del dibujo sobadito. Mis dibujos, a dia de hoy, todavía son exhibidos a los alumnos de la Facultad de BBAA de Campari (en el hermoso Friuli) como ejemplo de linea sensible, reducción analítica y expresión directa. Mi gesto (del que te reiste sin piedad) ha sido comparado con la gracilidad de una bailarina como Madame Chartreuse Vert o, según el momento, con la fuerza telúrica de una voz como la del laureado tenor Amaretto di Saronno.
Y Kandinsky me parece un papanatas cuyas teorías espiritualistas son pura bosta de confesionario. Su grado de enfermiza desviación teórica y sus pírricos resultados ejemplifican como el mercado es capaz de entronizar los balbuceos anodinos de arribistas de la brocha sin sustancia (véase, por ejemplo, lo de Baskiat entre tantos otros).
Y los cuadritos cortesanos de Goya apestan y sus pinturas negras son asombrosas, mágicas, perturbadoras.
Me cisco en el Velázquez institucional y me quedo bobo delante de su desparpajo maestro en la pincelada salvaje, directa. Un sinvergüenza del pelo de meloncillo.
Salvador Dalí = Ávida Dollars.
Picasso me lo quedo.
Los excesos de paciencia de Antonio López me dejan frío aunque sus lavabos y bañeras me inquietan.
Bacon no sabe pintar manos ni pies y, en cambio, domina como pocos el escenario pictórico de los acabados.
Magritte no pasaría técnicamente del montón pero su invención iconológica es excelsa.
El esclavo de Miguel Ángel, anatómicamente, tiene la rodilla derecha partida; también sufre de de cierta languidez amanerada, pero ¿quién le tose a su maestría expresiva?.
Bernini es un pornógrafo reprimido, pero su Santa Teresa me pone.
Los balbuceos de un niño son evocadores, poseen la ternura de los primeros intentos de comunicación. Pero no son comparables al dominio del compás, del silencio, de la palabra rota de un Diego Carrasco.
Un artista torpe remedando los balbuceos de un niño sin sacarlos de alguna manera de contexto es una grosera caricatura que debería condenarse a la hoguera (tengo un antepasado inquisidor que a veces me sale).
Yo no digo que no sea lícito hacer mierda (de hecho, yo mismo hago mucha), digo que no se deben confundir la mierda y el caviar, son comidas distintas.
A estas alturas ya te habrás dado cuenta que soy un cabrón resentido cuyos repetidos fracasos profesionales y personales le han llevado a contemplarse en el declive de su vida lleno de un rencor y una mala hostia considerables. Lo que se diría un aparato excretor que se derrama viendo como la vida lo digiere. Pero eso sí, a la obra de arte le pido, como decía aquél:
1) Que sea inútil.
2) Que sea susceptible de múltiples interpretaciones.
3) Que sea testigo de su tiempo.
4) Que aporte algo "nuevo" (aunque sea poquito) a la historia del arte.
5) Si es posible que sea alóctona y heteroglósica
6) Y si encima me conmueve por un quítame allá ese aura (que decía el tio Walter Benjamin) pues mejor.
Lo otro, el todo vale y todo es arte, está muy bien para venderle unas cuantas clases de pintura a las hordas aburridas (enternecedoras) de la tercera edad o a los miles de colgaos con ansias de trascendencia personal que pululan por las academias.
VANIDAD DE VANIDADES.
En fin, tu ligereza al contradecirme la achaco a tu nivel etílico de aquella noche, que era francamente alarmante. Pero creo que, ya sobria (eso espero), deberías pedirme disculpas y escribir dos mil veces: "No le haré la contra nunca más al insigne maestro". Con ello -dada mi magnanimidad- te otorgaré mi perdón. De nada.
Repite ahora conmigo: "BEUYS ES NUESTRO PADRE Y DUCHAMP SU PROFETA. QUE EL BEATO SCHWITTERS NOS AMPARE" (esto para este mes, el mes que viene ya veremos).

Me extraño de los dias

Ví un animal innominable. Su naturaleza era oscura, y sus intenciones -aún sumido él en un estatismo inane- eran malsanas, agresivas, violentas. Quise rastrear en él restos de aquella mítica pulsión que hermana a veces a hombres y fieras, pero su odio soberbio, su vanidad de bestia amenazaba, apuntaba sin duda a mi yugular.
Y era miedo, curiosamente, lo que le movía a buscarme la sangre.
Lo noté en su olor, el olor inconfundible de quien se caga por la pata abajo.
Desde su jaula apestaba su miedo.
Su territorio lo poseía a él como él creía poseerlo.
No quise mantener ni un minuto más aquel sordo diálogo de cosas que se miran.
No me interesaba el safari fotográfico a través de su cerebro licuado por la visión espantosa de la vagina de su madre pariéndolo.
Había quedado con Isaac y, juntos, nos adentramos por las calles de la entropía.
Nuestros gorros alóctonos nos preservaban de los rayos terribles del apego a las cosas, a los ritmos, a los ritos.
¡No a la disolución!. ¡Emulsionémonos!. Con la mañana de las voces, de los pasos, de los pies y de las piernas, del ojo y de la boca, del arroyo de la gente. Canto rodado de los cantares.
La cerveza estaba fresca y, en el televisor, unos 180.000 mariconazos se removían contra la igualdad de derechos de los homosexuales. ¡Qué incongruencia! ¿No?.

El día que me abrazó Diego Carrasco

Desde una caja, un contenedor, un espacio atacado por la luz o la gran garita del centinela de los tiempos, un chamán vestido de oscuro invoca a los dioses perdidos, a los ritmos que ocultos controlan el universo o a ciertas verdades telúricas que tiemblan en lo profundo, en lo innombrable. Él tiene acceso, tiene la llave, se le nota, abre una puerta y deja pasar aquello, sea lo que sea, que nos mueve, que nos conmueve, que moldea el tiempo, que agita lo colectivo, lo arquetípico que queda en nuestros pobres cuerpos náufragos en la banalidad cotidiana. Es un mago, un sacerdote, pero la facilidad con que nos ofrece su sacrificio espanta nuestra natural inclinación a la pomposidad trágica de la Misa. En su rito todo fluye nuevo y viejo a la vez, empujado por un río subterráneo de alegría. La alegría, que es la sangre de la vida. No hay pecado, y lo trágico se sublima y se ataca fundiéndolo en el alarido salvaje de esta comunión.
Salta a veces, brinca, parece reírse de sí mismo a veces, y enreda a sus acólitos en círculos trazados en la arena. Y allí danzan alrededor del fuego todos los fuegos.
El esplendor por unos cuantos euros.
Y encima, cuando salimos del teatro y, como pazguatos, nos paramos en una esquina a ver si se nos pasaba el estado de excepción, viene el tío y nos abraza.

Fdo.-Manuel Maciá

Paisaje con resaca

“Paisaje con resaca”.Autores: La naturaleza y el ron. En un lugar indeterminado de la Peña de las Águilas. Cualquier día.
En el horizonte el reflejo del sol enciende el mar de oro líquido. Me arde el estómago. Las nubes se deshilachan camino del sur. Tengo la lengua de trapo. Hay vencejos dibujando lineas invisibles en el cielo. Mi cráneo parece contraerse, presiona mi cerebro como un cepo. La brisa mueve las hojas o ellas mueven la brisa. Mis ojos destilan esencias etílicas. De fondo, la 5ª de Mahler me taladra los oídos a todo volumen. Anoche me bebí tu cara, aquella con la que me decías que ya no. Llevo mi sombrero a lo Muerte en Venecia y sólo falta que me chorree tinte por las sienes mientras Tazio se convierte en una estatua de luz en esa piscina. Es un cuadro triste. No sé explicar porqué (quizá Friedrich pudiera). Lo analizo paso a paso, tema, composición, técnica, color, busco referentes históricos, ¿es testigo de su tiempo?, ¿aporta algo a la Historia del Arte?, ¿en qué periodo encajaría?...y lo único que se me ocurre es que te fuiste y desde entonces me bebo el tiempo porque creo saber que en el fondo de alguna de esas botellas está, tal vez, aquella tarde ¿recuerdas? en la playa o, si no, tu mano cerrándome los ojos.
Fdo.-Manuel Maciá

Les Demoiselles

Les Demoiselles (instalación)
Ctra. de Guardamar a la izquierda. Todos los dias.
La señorita Realidad nos propone esta interesante instalación donde la atmósfera se erige en protagonista por encima de otros condicionantes estéticos. Los elementos constructivos básicos externos que envuelven este hecho artístico son de una gran sencillez; un par de cuboides ligeramente decorados con los consabidos elementos gráficos y algunos aditamentos hijos de la escayola, conforman un diálogo geométrico entre los contenedores y la iluminación-reclamo: luces fluorescentes de chocantes colores. Nada más. Hasta el momento estamos ante una concepción clásica del tema, casi académica. No hay novedad, salvo en mis constantes etílicas que están asombrosamente bajas para la hora que es. Pero no entremos en disquisiciones sobre el grado etílico conveniente para enfrentarse a estos eventos artísticos. Es un debate en el que entraremos específicamente en próximos escritos.
La puerta -nada que objetar a su sobriedad- y un angosto pasillo -nada que objetar a su anodina neutralidad- nos dan acceso al centro neurálgico de la instalación. Aquí se cuece el meollo atmosférico de la cosa. Una nebulosa de humos nos envuelve danzando con la penumbra apenas traspasada de tonos-luz rojizos. La natural querencia me lleva a acodarme en un murete a media altura donde reposan, a barullo, los restos de copiosas libaciones. ¿Altar a Baco? ¿Restos rituales de una antigua tradición?. Todo está envuelto en una síncopa de ruidos sordos y parlas estridentes. Entre el maremagnum, las Demoiselles, se afanan como abejas saltando desde el fondo de la sala, donde a veces se agazapan juntas, al murete donde los espectadores nos refugiamos alerta. Se diría que, en esos saltos sucesivos, en los que nos susurran, nos palpan y nos restriegan cosas, hay como un cortejo de reclamo con cierto toque arácnido, una reminiscencia de cubil intemporal donde las cosas que están escritas van a suceder irremediablemente. Los papeles están repartidos y sólo nos toca dejar que la cosa fluya. La carne de las Demoiselles rebosa desde cada top, desde cada tanga, desde cada short. En está ópera de lúbricos acentos, los hombres (todos los espectadores, curiosamente, somos hombres), perdidos contra el murete, ejercemos de pato focha, ese pato que cae atraído por el reclamo de madera: una llaga coronada de pelos.
Esto es un remedo clásico, sin duda, pero un tanto remix: la Srta. Realidad ha querido conseguir un híbrido entre Zurbarán y Lucien Freud y le ha salido una aleación entre Rembrandt y Solana. Tanto da. El encanto se rompe un poco en la siguiente estancia: la ventanilla donde pagamos con la tarjeta o en metálico y nos dan un condón, una sábana y una toalla. La excitación que nos maravillaba en el anterior espacio da paso a cierta incomodidad. ¿Será esa luz como de sala de urgencias de un hospital?. Entramos a la última estancia...
Después, salgo como un cordero tras ella mientras le explico que yo, si no me enamoro, no trempo y que por eso, pues no...
Ella se llamaba Lara, yo soy el Doctor Divago y la Srta. Realidad es una puñetera.

Fdo.- Manuel Maciá

Señora en la ventana

1) “Señora en la ventana”. Autora.-La Realidad. En c/ Ruperto Chapí, 31. Día 12 de 10’15 a 10’25 horas.
En esta imagen, a primera vista, lo que nos llama la atención es la aparente casualidad que parece emanar de toda la composición. Se diría que la autora nos quiere alejar del hecho evidente de que estamos ante un intento artístico -un intento de expresión del yo y quizás del ello y por tanto un hecho con tendencias sublimes- haciendo aparecer el motivo, la figura, despeinada con un rulo colgando, desmadejados los brazos sobre el alféizar de la ventana, con el batín de boatiné entreabierto con desgana y con la expresión de una Gioconda a la que le hayan introducido una zanahoria por el culo. La ventana enmarca sin piedad toda esta deplorable exhibición de mal gusto. El tratamiento del color es detestable. He visto más armonía en las pelotas de un mandril y más luminosidad en el agujero de un retrete. La ausencia de técnica es evidente. El personal se compra un maletín de artista de la Srta. Pepis y se ven ya apareciendo en la Historia del Arte de Gombrich. Ya va siendo hora que advenedizas como esta tal realidad dejen de creerse geniales intentando epatarnos con éstas imágenes tan de pretendida falta de pretensiones. La falta de pretensiones es sólo una excusa para mediocres. No nos engañas Realidad.
Fdo.-Manuel Maciá