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elfracaso

Mas agonía no

Ya no lo soporto.
El Estatut me da igual. La Constitución, atacada o no, me deja impasible. Los predicadores de las radios Copes, Herreras, Seres o Haberes, los Mundos o los Países, el delirio de Losantos o las cosas de Ibarretxe u Otegui, los ritos polarizadores de ZP y Rajoy me resbalan. Los tertulianos “sé de todo” servidores del pensamiento único ya no hacen mella en mi caletre. Sólo tengo una obsesión: sangre y colgajos en las alambradas, carne negra tumefacta. Las noches de los muertos vivientes ¿acabarán comiéndonos?. Fantasmas sin nombre pero ¡ay! con cara. Palizas sobre palizas. Abandono después en el desierto...
¿Dónde está Ratzinger? ¿Quién toma ahora la calle? ¿Dónde está Alá? ¿Dónde está Dios?.
Hoy, en la televisión, he visto llorar a una de esas sombras perdidas en el desierto balbuceándole no se qué al micrófono. He llorado con él, y mi mujer ha llorado y mi madre ha llorado y mi hija ha llorado y ¡ya basta!. Si no hay solución, si no podéis, si no podemos, dadme un CETME, un Kalashnikov, un K-7. Llevadme allí. No, no quiero que lo haga la Legión, ni la Guardia Civil. Lo haré yo mismo. No me temblará la mano al apretar el gatillo. Lo hice una vez por mi perro. Lo haré por un negro pobre. Acabemos con ellos ya. No prolonguemos su agonía. Dadme un arma si no hay solución. Llevadme allí. Dejádmelos a mí. Mas agonía no.
¡Dios mío! ¡Qué dolor!

Manuel Maciá
Octubre 2005

Me se ha caido

Martes, 12’15 del mediodía. Fuera retumban de cuando en cuando los truenos de la tormenta. La puerta del despacho del arqueólogo municipal se abre lentamente y aparece en ella la figura de Persita Puig, pálida, desencajada, temblorosa, con los ojos del espanto comiéndole la cara. Mira al arqueólogo sin verlo y como en un largo y agónico espasmo grita:
-¡Oh, Dios mío! ¡ME SE HA CAÍDO!.
En la mano crispada de Persita parece sonreír el plumero asesino.

Sí, queridos ciudadanos, es cierto. Seguramente a ustedes ya les habrán llegado rumores de la catástrofe. Pues bien, ha sucedido, no es ninguna broma, lo hemos visto con nuestros propios ojos: la Dama de Elche, la Dama Universal, yace rota bajo su pedestal.
Nosotros, los illicitanos que junto con el milenario palmeral, los ecos del Misteri y la gran Nit de l’Albá llevamos en nuestros pechos para la Virgen un altar, hemos recibido una mortal herida en nuestra idiosincrasia (que también es la suya de usted).
Con ese busto en pedazos, que ahora intenta pegar nuestro arqueólogo municipal con Super-Glue, se rompe también un mito, la Historia de un pueblo, ¿qué es un pueblo sin sus mitos? (de acuerdo, nos queda Manolo Bazooka, pero aún siendo éste más importante, la Dama también da penica ¿no?). Un pueblo sin mitos deviene en chusma sin referencias. En masa amorfa, sin identidad (aunque yo, la verdad, nunca me he identificado demasiado con el busto ese que, por mucho que digan, que si Dama, que si ibérica, tiene una pinta de Mandarín chino de la China que no se lame). Pero vayamos a los hechos ¿porque ustedes querrán saber los hechos? ¿no?: Como todo el mundo sabe ayer llegó la Dama procedente de Madrid en un camión blindado custodiado por el ejército. El recibimiento fue apoteósico, las campanas de todo el pueblo sonaban, las palomas volaban, los fuegos artificiales estallaban. Nuestro entrañable alcalde, con lágrimas en los ojos encabezaba a todo el Consistorio que, con entusiasmo, aplaudía la llegada de nuestro símbolo más querido y el que refleja más certeramente nuestro carácter (suponiendo que nuestro carácter sea el que representa un mandarín con ensaimadas en las orejas).
Amorosamente, fervorosamente (como si se tratara de la Santísima Virgen de la Asunción y no de una copia sin bigote del tío del Flan Chino Mandarín) se le trasladó en procesión de la Plaza Mayor al Museo Arqueológico. Las medidas de seguridad eran estrictas, tremendas, apabullantes. Toda la Policía Local, con sus Rayban de reglamento, hermosos y arrogantes, rodeaban la vitrina presurizada con paneles de abundio (hay que reconocer que el porte, la actitud, la gallardía de nuestros policías no desmerece en absoluto de la de sus admirados colegas norteamericanos de los que sin duda, por lo que se ve, toman ejemplo).
Con toda la pompa debida, se depositó la vitrina sobre un pedestal de falopio anodizado colocado en el centro de la habitación blindada, climatizada, esterilizada para el caso. Hubo
discursos, aplausos, cámaras. Don Clitorio, el obispo de la diócesis, bendijo a la vitrina, a la habitación, al alcalde, al séquito, a las Rayban y a dos mamparas que tapaban un agujero que había en el suelo al fondo a la derecha. Nada parecía presagiar la tragedia. La noche transcurrió tranquila, los 212 policías que custodiaban la joya ibérica sólo tuvieron que luchar contra el aburrimiento o con la excitación de estar viviendo aquel momento histórico.
Pero al día siguiente, o sea hoy, se desencadenó la tragedia. La vitrina de paneles de abundio que protegía a la Dama había sido retirada para que el concejal de Cultura, de incógnito, se hiciera una foto con la susodicha, sin la vitrina esa, que reflejaba el flash un porción. El conserje, digital en mano, intentaba encuadrar la foto cuando entra Persita Puig, la limpiadora, plumero en mano, a darle un repaso a la habitación y se percata de cierta coloración en el rostro de la Dama.
-¡Ay, esperen! No hagan la foto que algún cabronazo la dejao a la Dama en la cara unos polvos de coloricos.
Y, plumero en mano, presta, felina, Persita Puig se planta entre el conserje y el concejal y... aquí las versiones que tenemos se contradicen:
Versión A: Según el líder de la oposición, un pajarito le ha dicho que el conserje (un libidinoso contratado a dedo por ser primo de un amigo del jardinero de la escuela donde estuvo a punto de estudiar el alcalde) el conserje, repito, llevado por su lujuria, al ver inclinarse a Persita sobre el busto y constatar como el singular trasero de la chica tensaba la tela de su falda, no pudo soportarlo y metió mano en las orondas esferas haciendo trastabillar a Persita que cayó hacia adelante con el plumero sobre la cara de la Dama, de tal manera que la empujó al precipicio, a la catástrofe.
Ésta es la versión del líder de la oposición que, además, critica y condena la contratación de señoritas estupendas por parte del partido mayoritario, señoritas que, con su estupendez, provocan las naturales querencias de los machos y luego pasa lo que pasa. Y la dimisión del alcalde, el presidente del Gobierno, de Fidel Castro y de Hugo Chávez deben ser inmediatas.
Versión B: Esta versión, la que nos facilita el alcalde, es la que se recoge en la declaración del plumero que, hábilmente interrogado por nuestro jefe de policía, se ha autoinculpado y ha reconocido que el odio racista que siente por todo lo chino y el apoyo del líder de la oposición (que le dio la idea) le llevaron a controlar el cuerpo de Persita para que le lanzara contra la dichosa escultura china del mandarín ese sin bigote con las ensaimadas en las orejas y así destrozarla toda para siempre jamás. ¡Ah! Y el concejal no estaba allí y el conserje tampoco, que estaban almorsando en Villalobos y Persita cállate que te la cargas. Y el líder de la oposición debería ser más responsable y preocuparse más de lo que pasa en su misma casa, que el otro día a su mujer se le cayó un jarrón Ming y lo rompió y nadie ha dicho nada. Debe dimitir él, el jarrón Ming y su pajolera madre. Y el pajarito es un mentiroso.

En fin, tal vez nunca sepamos lo que pasó realmente, pero lo cierto es que pasó y que Persita Puig está para mojar pan.
El terrible suceso, sea como sea, marcará el futuro de nuestro pueblo. De eso no hay duda.
¡Qué horror!.

Travestismo y eutanasia en el Misteri d'Elx

Me indigna este estado de cosas.
Año tras año se repite la ignominia dentro de la mismísima Basílica de Santa María y nadie hace nada.
Ni la autoridad civil, ni la militar, ni la eclesiástica ponen coto al desmán.
En el sagrado recinto tenemos que soportar la exhibición del travestismo de ¿inocentes? niños trocados en Vírgenes, en Marías, en varones vestidos de hembras.
El regocijo de los lobbys homosexuales es evidente.
Tengo noticias de que fotos de gran tamaño de las Marías del Misteri presiden algunos lugares donde estos depravados se dan a sus vergonzosos comercios carnales.
Amparándose en lo tradicional del asunto nos siguen metiendo por retambufa la mismísima semilla del diablo.
Sodoma paseándose por el templo de Dios.
También en su tiempo fue tradicional la quema de herejes o cualquier otra persona que molestara a los poderes establecidos ¿porqué no se mantiene esta bonita tradición y sí la desvergüenza amoral del travestismo en el Misteri?.
Sólo hay que mirar a los asistentes a la representación para darse cuenta de que más de la mitad son adictos al pecado nefando de la sodomía y la gomorría.
En Internet se ofrecen viajes guiados y organizados para ver esta vergüenza; vienen de San Francisco, Los Angeles, Detroit, Ottawa, Berlín, Edimburgo... ¡viajes exclusivos para bujarrones, sarasas, bollos y pilinguis!. ¡Elche se convierte en las fiestas de Agosto en el destino turístico preferido de la internacional del mariconeo! ¡Y no pasa nada!. Que el rojerío no mueva un dedo es normal porque son de la misma cuerda pero ¿dónde están las personas de bien? ¿las familias decentes?.
La jerarquía eclesiástica, valientemente, se mueve en la calle contra los derechos de los homosexuales y, sin embargo, deja menearse este vergonzante ejemplo en el centro mismo del Templo de la Fe.
Habrá que empezar a exigir resultados a los dineros que ingresamos en las arcas de la Iglesia y pedir que produzcan su fruto condenatorio a esta intolerable vejación. Porque no sólo esta parodia es un canto al travestismo sino que la aceptación y glorificación de la eutanasia se hace patente durante la representación ¡y nada menos que por medio de la Virgen María y el mismísimo Dios!.¡La Virgen pide a Dios que se la lleve con Él y Él literalmente le concede la muerte!.¡¡¡LA VALIDACIÓN DE LA EUTANASIA POR MEDIO DE LA VIRGEN Y DIOS EN UNA REPRESENTACIÓN PÚBLICA DENTRO DE UN TEMPLO CATÓLICO Y ENCIMA TODO ELLO DECLARADO PATRIMONIO DE LA HUMANIDAD POR LA UNESCO!!!.
¡Qué gol nos ha marcado la conjura amoral internacional!
¿Pero qué leches hace el Papa?.
Dos cosas debemos exigir las personas de bien en Elche para recuperar nuestra dignidad y acabar con la afrenta:
1) La inmediata revisión del Consueta para la supresión de los pasajes referidos a la eutanasia.
2) La prohibición del travestismo infantil y la sustitución de los niños que hacen de Marías por niñas que hagan de Marías como es natural.
Si esto no se lleva a cabo, mejor sería que se trasladara la representación del Misteri a un lupanar de la ruta de la alcachofa o a una Casa del Pueblo cualquiera.
¡Estad alerta, familias verdaderas, porque el Diablo acecha!.
¡No llevéis a vuestros hijos a ver el Misteri, es una trampa del Maligno!.
¡Acabarán vistiéndose de Ginger Rogers unos, de Fred Astaire otras y, después de bailar delante de nuestras narices, se morirán cuando les dé la gana, sin pedir permiso!.
¡Así va España!
¡¡¡NO AL LIBERTINAJE REVESTIDO DE RELIGIOSIDAD!!!.
¡¡¡BOICOT AL MISTERI!!!

Manuel Maciá Agosto 2005
(Manuel Maciá es Presidente de la Liga para la Defensa de la Moral y las Buenas Costumbres en la China Industrial)

Lo que quería yo decirte

Querida exsimia:
Como te habrás dado cuenta al leer el penoso chistecito anterior, soy el capullo aquél que se cagó en las capacidades dibujísticas de Matisse (¡Qué torpe era el tío! ¡Hay que joderse!) en la fiesta del Miravete.
Creo que quedamos en que yo te enviaba un e-mail. Pues sea.
He de decirte que tu defensa del susodicho manco no ha hecho cambiar un ápice mi postura. He revisado documentos decisivos que avalan mis apreciaciones. Desde sus escritos de autobombo donde mete la gamba sin recato (lo que demuestra además su inopia intelectual), hasta los estudios grafológicos llevados a cabo por el conocido experto hindú Sr. Saphire de la Universidad de Bombay (que desvelan la naturaleza estulta de su trazo), pasando por las tesis del británico J.B. Beefheater o la Doctora rusa Srta. Stolichnaya que mediante sesudos análisis demuestran la ineptitud dibujística del menda, lejos de la falsa doctrina que asegura que lo hacía así de mal adrede. Ello no quiere decir que no hiciera algunas interesantes aportaciones a la historia del arte.
¡Ah! y no soy nada sospechoso de ser amante y defensor -como me echaste a la cara- del dibujo sobadito. Mis dibujos, a dia de hoy, todavía son exhibidos a los alumnos de la Facultad de BBAA de Campari (en el hermoso Friuli) como ejemplo de linea sensible, reducción analítica y expresión directa. Mi gesto (del que te reiste sin piedad) ha sido comparado con la gracilidad de una bailarina como Madame Chartreuse Vert o, según el momento, con la fuerza telúrica de una voz como la del laureado tenor Amaretto di Saronno.
Y Kandinsky me parece un papanatas cuyas teorías espiritualistas son pura bosta de confesionario. Su grado de enfermiza desviación teórica y sus pírricos resultados ejemplifican como el mercado es capaz de entronizar los balbuceos anodinos de arribistas de la brocha sin sustancia (véase, por ejemplo, lo de Baskiat entre tantos otros).
Y los cuadritos cortesanos de Goya apestan y sus pinturas negras son asombrosas, mágicas, perturbadoras.
Me cisco en el Velázquez institucional y me quedo bobo delante de su desparpajo maestro en la pincelada salvaje, directa. Un sinvergüenza del pelo de meloncillo.
Salvador Dalí = Ávida Dollars.
Picasso me lo quedo.
Los excesos de paciencia de Antonio López me dejan frío aunque sus lavabos y bañeras me inquietan.
Bacon no sabe pintar manos ni pies y, en cambio, domina como pocos el escenario pictórico de los acabados.
Magritte no pasaría técnicamente del montón pero su invención iconológica es excelsa.
El esclavo de Miguel Ángel, anatómicamente, tiene la rodilla derecha partida; también sufre de de cierta languidez amanerada, pero ¿quién le tose a su maestría expresiva?.
Bernini es un pornógrafo reprimido, pero su Santa Teresa me pone.
Los balbuceos de un niño son evocadores, poseen la ternura de los primeros intentos de comunicación. Pero no son comparables al dominio del compás, del silencio, de la palabra rota de un Diego Carrasco.
Un artista torpe remedando los balbuceos de un niño sin sacarlos de alguna manera de contexto es una grosera caricatura que debería condenarse a la hoguera (tengo un antepasado inquisidor que a veces me sale).
Yo no digo que no sea lícito hacer mierda (de hecho, yo mismo hago mucha), digo que no se deben confundir la mierda y el caviar, son comidas distintas.
A estas alturas ya te habrás dado cuenta que soy un cabrón resentido cuyos repetidos fracasos profesionales y personales le han llevado a contemplarse en el declive de su vida lleno de un rencor y una mala hostia considerables. Lo que se diría un aparato excretor que se derrama viendo como la vida lo digiere. Pero eso sí, a la obra de arte le pido, como decía aquél:
1) Que sea inútil.
2) Que sea susceptible de múltiples interpretaciones.
3) Que sea testigo de su tiempo.
4) Que aporte algo "nuevo" (aunque sea poquito) a la historia del arte.
5) Si es posible que sea alóctona y heteroglósica
6) Y si encima me conmueve por un quítame allá ese aura (que decía el tio Walter Benjamin) pues mejor.
Lo otro, el todo vale y todo es arte, está muy bien para venderle unas cuantas clases de pintura a las hordas aburridas (enternecedoras) de la tercera edad o a los miles de colgaos con ansias de trascendencia personal que pululan por las academias.
VANIDAD DE VANIDADES.
En fin, tu ligereza al contradecirme la achaco a tu nivel etílico de aquella noche, que era francamente alarmante. Pero creo que, ya sobria (eso espero), deberías pedirme disculpas y escribir dos mil veces: "No le haré la contra nunca más al insigne maestro". Con ello -dada mi magnanimidad- te otorgaré mi perdón. De nada.
Repite ahora conmigo: "BEUYS ES NUESTRO PADRE Y DUCHAMP SU PROFETA. QUE EL BEATO SCHWITTERS NOS AMPARE" (esto para este mes, el mes que viene ya veremos).

Manuscrito encontrado después de una botella de vodka

Me reconcome la duda sobre un problema fundamental: ¿qué fue primero en el génesis de la coyunda, el gustito o la intención procreativa?. Que van en un pack es evidente, pero ¿una cosa lleva a la otra o la otra a la una ?. Esta cuestión, que parece vanal o que a usted le importa un pepino, es crucial para el sostenimiento o el hundimiento de la base de la moral sexual católica. Así que póngase usted serio y no sea tan superficial.
¿Procreo porque me da gustito? o ¿me da gustito porque procreo?.
Retrotraigámonos a esa cueva primigenia donde viven una panda de cenutrios que hemos dado en llamar Neanderthales, Cromagnones, o lo que sea. El caso es que allí están, aburridos por que no hay tele y acojonados porque hay unos pedazos de velociraptores que se los papean a la mínima. ¿Qué hacer?. La cueva está oscura, solo la luz tenue y bailona de la hoguera ilumina levemente los cuerpos apretujados unos contra otros. Una pierna aquí, un torso allá, vulva a la izquierda, seno a la derecha, barriguita allá enfrente, medio culito mas allá, cojoncillos colgando... ¡Leches! ¡Vamos a montar una fiesta!. ¡Hala! y ya tenemos a nuestros ancestros dando tumbos por la cueva, encalomándose unos a otros haciendo el trenecito. ¿Es de creer que estos melenudos piraos se lo montaban así porque se habían dicho ¡venga!, que vamos a procrear, que se nos acaba la especie?. ¿A quién se le pone tiesa pensando en un bebé dentro de nueve meses? (¡Qué degeneración!). Y ¿cómo estos memos relacionaban la causa y el efecto? ¿El trato carnal con el nacimiento de un niño meses después?.
Es más, las pinturas rupestres secretas -esas que nunca salen en los libros (ver Ballantines, Edward. "The Pêche-Merle secrets". Ed. Chartreuse Vert)- demuestran cómo se daban al meneo desde todas las posturas y variables, cualquier agujero era bueno, señores. Si esto era así en los albores del ser humano ¿podemos hablar ahora de comportamientos sexuales contra natura? Pues no (en todo caso lo raro, lo antinatural sería el celibato, por ejemplo). Y ¿podremos decir que el motor de la coyunda es la procreación?. Pues no. Es el placer, el gustito. Si no que se lo pregunten a los bonobos, nuestros parientes cercanos primates, cuyas relaciones se estructuran alrededor del dar y recibir placer. O como bien ha demostrado el famoso científico hindú Sr. Saphire de la Universidad de Bombay en su estudio sobre "Las ondas cerebrales y la pulsión cuántica en el estrés postorgasmático de la vaca común".
Se me caería la mano a pedazos de tanto escribir si quisiera enumerar todos los experimentos científicos, las certezas filosóficas y hasta de sentido común que demuestran el protagonismo, la base del placer en el impulso procreador. Precisamente porque el placer es el mismo instinto de la procreación.
Entonces la gran pregunta es ¿porqué la jerarquía católica mantiene esas posturas contra natura?. (¡Ah!, buscad a quien beneficia esa muerte y tendréis al asesino). ¿En que les beneficia? ¿Porqué llevan esos capirotes tan raros sin reírse?. Responda a la primera y segunda preguntas, la tercera es muy difícil.
El poder. Todo poder necesita imponer un orden. Constreñir el libre albedrío o anatemizarlo haciendo pecaminosas determinadas opciones. El placer, la risa, el abandono de la uniformidad impuesta para el control del individuo diluyen el poder de la jerarquía dictatorial. Adentran a la persona en el libre consenso. La alejan de la alienante alucinación colectiva que dirigen estos especímenes.
No os fiéis de alguien que no se rie, sobre todo de sí mismo. No sigáis a quien defiende la caridad frente a la justicia. Desconfiad de los que entienden la compasión como un gesto desde una posición de privilegio. Andad alerta con los que hacen de su uniforme ideológico bandera contra los derechos del otro. Huid como del diablo de aquellos cuya empatía existe sólo para los suyos.
Y sobre todo reiros. Reiros de los dogmas, de las certezas, de los dioses. Dios es una carcajada y la sonrisa su profeta. Reiros de mí, de vosotros mismos, de todo lo que os aprisiona, os constriñe, os separa. La risa emulsiona. La Iglesia diluye. Emulsionémonos.
Y follad, queridos alumnos, follad porque, por lo que veo, el mundo se acaba.

(lección dictada el 29 de Junio del 2005 en el acto final de curso del IES Beato Beefeather de Orihuela por el profesor emérito Excmo. Sr. Don Manuel Maciá y Martinez, que Dios guarde a usted muchos años.)

Me extraño de los dias

Ví un animal innominable. Su naturaleza era oscura, y sus intenciones -aún sumido él en un estatismo inane- eran malsanas, agresivas, violentas. Quise rastrear en él restos de aquella mítica pulsión que hermana a veces a hombres y fieras, pero su odio soberbio, su vanidad de bestia amenazaba, apuntaba sin duda a mi yugular.
Y era miedo, curiosamente, lo que le movía a buscarme la sangre.
Lo noté en su olor, el olor inconfundible de quien se caga por la pata abajo.
Desde su jaula apestaba su miedo.
Su territorio lo poseía a él como él creía poseerlo.
No quise mantener ni un minuto más aquel sordo diálogo de cosas que se miran.
No me interesaba el safari fotográfico a través de su cerebro licuado por la visión espantosa de la vagina de su madre pariéndolo.
Había quedado con Isaac y, juntos, nos adentramos por las calles de la entropía.
Nuestros gorros alóctonos nos preservaban de los rayos terribles del apego a las cosas, a los ritmos, a los ritos.
¡No a la disolución!. ¡Emulsionémonos!. Con la mañana de las voces, de los pasos, de los pies y de las piernas, del ojo y de la boca, del arroyo de la gente. Canto rodado de los cantares.
La cerveza estaba fresca y, en el televisor, unos 180.000 mariconazos se removían contra la igualdad de derechos de los homosexuales. ¡Qué incongruencia! ¿No?.

Arrabal Amargo

ARRABAL AMARGO
(Una rapsodia de amor)

La puta negra tenía el coño violeta. Con irisaciones. Por aquél entonces yo andaba enamoriscado de ella. Pasaba horas (pagadas religiosamente) contemplando aquél despliegue de color, aquél vórtice succionador, aquél asombro.
Luego, me lo comía todo.
Ella decía que se llamaba Manuela Ngué y que era una princesa de la tribu bubi, allá por las Guineas. Sería verdad.
La conocí un día en que decidimos gastar una broma a Arturo (glorioso criador de canarios).
Eustaquio (pintor ocasional), Alfonso (rentista) y yo (pseudo artista polimorfo), habíamos estado libando profusamente en el viacrucis habitual del Raval: la Peña Arrabal del tío Capa, bodegueta del Estanco, Urbano, Pepito Parres.
n este último, más o menos a la altura del tercer plis-play, ya bastante cocidos, surgió la idea: En el Club Balón, aparte del plantel de putas, había llegado hacía poco un maricón cuyos atributos viriles eran descomunales y, al mismo tiempo, su sabiduría al travestirse, le hacía pasar por la Grace Kelly de los lupanares. Pensamos en enredar a Arturo para ir de putas y endosarle a la maricona. Arturo odiaba el mariconerío y, sin duda, verlo enrrollarse con la Lupe tendría su gracia, sobre todo cuando la Lupe, después de haberle hurtado el sobe de la entrepierna, lo dejara palpar el singular aparato. A Arturo se le llevarían los demonios.
Reímos ampliamente la ocurrencia. Pepito nos puso otra ronda, “la arrancaora”, y después de trasegarla, partimos hacia la casa de Arturo.
No nos costó mucho convencerlo. Más bien nada.
Su mujer refunfuñó allá al fondo de la casa cuando él le dijo que ibamos a ver lo de un trabajo y que vuelvo enseguida.
-Brfgjkss ganduls mmmfregggss borratxos... -Dijo la otaria.
O tal vez fué el gato.
Y henos aquí en la furgoneta camino del Club Balón.
Era una noche de verano, de esas en las que el calor húmedo te pringa la piel de fluidos pegajosos.
La carretera de La Marina estaba oscura y en aquella larga recta sólo se distinguían los colores chillones de neón del Club.
Aparcamos.
El ambiente dentro sólo era igualable en cutrerío al mítico y nunca suficientemente bien ponderado Club Chamizo.
Nos acodamos en la barra, tan pegajosa como nosotros, y pedimos unos cubatas. Eustaquio, en un aparte, puso al corriente a la Lupe y ella, zorrona, se apalancó de inmediato a Arturo, le arrimó el culo, le metió las tetas de pega en la cara, le palpó los entresijos, le lamió la oreja, le comió la boca.
Nosotros, parapetados tras nuestra respectivas meretrices, saboreábamos el momento mal aguantándonos la risa. Le hacíamos gestos de aprobación a Arturo. Y lo animábamos a corresponder al lúbrico ataque de la Lupe. A Arturo para entonces no le hacían falta ánimos. Rojo bajo la luz roja parecía un viejo sátiro bañado en los reflejos del fuego del infierno, lanzando envites a la sílfide.
En éstas que la Lupe, subrepticiamente, soltó la cinta que mantenía su pene pegado al culo y el badajo colgó más allá de la ínfima minifalda. ¡Casi le llegaba a la rodilla!. El sátiro no se había dado cuenta. Y nosotros reíamos ya como locos. Arturo nos ignoraba, encendido y harto de culo dirigió su mano hacia el punto álgido. Bajó por el muslo y luego subió.
Se puso lívido. Extrañado e incrédulo palpó aún un par de veces la cosa. Luego miró hacia abajo, vió aquello por fin y gritó.
Y luego, el muy cabrón, le metió una patada a la Lupe en los mismísimos.
A partir de entonces todo se precipitó. El camarero saltó la barra y se fué a por él. Nosotros a por el camarero. El chulo de la puerta y todas las putas chillando a por nosotros. Y la Lupe doblada en el suelo como muerta.
Entonces, mientras intentaba respirar, aprisionado en aquél montón de cuerpos gesticulantes, la ví.
La ví. Salía a los gritos con una teta fuera, como la República. Tras ella un gordo mamón con los pantalones bajos. Ella toda blanco de ojos y blanco de dientes sobre su negra negritud. La boca reluciente, mojada de Dios sabe qué fluidos que andaba trasegando amorrada al pilón del gordo mamón. Aquellas piernas largas y ligeras como columnas góticas, aquellos hombros como arquitrabes, aquellos brazos como cóndilos, las manos como tímpanos, los pies como astrágalos, las uñas como sépalos, su pelo como fúlgido, el naso como un Gólgota. Parecía toda envuelta en un hálito esdrújulo.
Entre esa visión y el puñetazo que me partió la boca el tiempo no transcurrió, permaneció quieto y absorto como yo y como yo entró luego en el silencio absoluto.
En urgencias me cosieron el labio superior a punto de cruz.
A la mañana siguiente le pedí dinero a mi madre. Yo estaba limpio. Era para una urgencia, le dije. Te lo devolveré pronto, le dije.
Llegué al Club Balón temiendo que ella no estuviera o que el chulo no me dejara entrar por lo del tumulto de ayer. Pero no, el chulo sonrió feliz al ver el costurón en mi boca y me abrió paso socarrón, haciéndome una reverencia como si yo fuera el rajá de Kapurthala. Encima coñas...
Ella estaba allí, acodada en la barra se mordía las uñas soñolienta con la elegancia lenta de un felino. Refulgía todo lo que puede refulgir una cosa negra en un sitio oscuro , pero a mí me pareció que refulgía.
Pactamos el precio en un susurro y aquél comercio me pareció una bella canción de amor.
La seguí como un cordero.. Cayó su top, cayó su falda, bajé su tanga. Me ardía la herida del labio. Manuela sobre el blanco sucio de la sábana mugre. Café con leche. Blanco y negro. Op-art. Recorrí todo aquello buscando con el dedo itinerarios en el mapa del tesoro. Separé sus muslos. Y se abrió el universo multicolor. El big-bang. La respuesta a todas las preguntas. Asombroso. Aquella joya me hizo olvidar el resto del cuerpo. Entré en un estado de confusión. Tan pronto sentía una profunda curiosidad científica por la cosa como caía en un lírico arrobo contemplativo. En los intermedios de aquel programa doble y a pesar del dolor de mi boca lo besaba, lo lamía, lo abría, lo cerraba, lo tocaba, lo veía moverse al empuje de los espasmos entrecortados con los que se corría Manuela. Manuela todo ritmo africano. Manuela dos bongos en el culo. Manuela Ngué.
Envite tras envite fuí olvidando el dolor de mi boca hasta que desapareció.
¿Desapareció?.
Incrédulo me toqué la herida. ¡Había desaparecido!. Me levanté. Fuí al baño. Me miré en el espejo. Apenas una manchita quedaba de aquel mal remiendo.
¡Dios mío! Aquél paraíso tornasol de los bajos de Manuela era además agua lustral, cicatrizante, curativo, milagroso...
Volví al camastro donde Manuela, desmadejada, me miraba con cierta extrañeza soñolienta.
-¡Manuela! Mi herida...mi herida ¡cerrada!. ¡Es un milagro!. ¡Tienes un tesoro en la entrepierna!.-le dije exaltado.
-Eso me decía mi madre. Ella también fue puta. Allá en Tombuctú.-me dijo ingenua.
En aquel momento decidí quedármela. Sacarla de allí. Pasearla por el Raval. Hacerla cruzar en triunfo el arco de la plaza como una Victoria de Samotracia negra. O como una Santa Teresa de chocolate bajo palio. Construirle una ermita junto al río. Elevarla a los altares. Crear con las beatas del barrio una orden monástica para adorarla. Peregrinos de todo el mundo. Repicar de campanas. Hacer sonar sistros, crótalos y cromorlos de bajo grave a mayor gloria del Santo Potorro.
Y darle todos los días lo suyo.
Debía pensar algo. Deprisa.
-Me voy, tengo que irme, amor mío.-le dije
-Pero si todavía no te has corrido... ¿No quieres meterla, cariño?.- me dijo cumplidora.
-Volveré, no lo dudes. Guárdame bien eso.-le dije, mientras daba un último vistazo a la maravilla.
-A veces este oficio es un chollo. Me paga por comérmelo. Hay gente para todo.-le oí decir mientras yo salía todo acelerado.
Me refugié en el Pepito Parres. Pedí un plis-play. ¿Qué hacer? ¿Por dónde empezar?. Debía urdir un plan. Sacarla del Club esquivando la jauría de chulos. Llevarla a algún lugar donde esconderla mientras amainaba la tormenta. Y luego, pasado un tiempo, ya toda para mí, edificaría su Iglesia. Un emporio que ni Fátima, ni Lourdes. Porque, sin duda, el esto de Manuela no sólo curaría heridas y llagas sino que aliviaría reumas, artritis, artrosis, mejoraría la vida de esquizofrénicos, paranoicos y psicóticos en general y curaría de manera definitiva la alopecia, la halitosis y los pies planos, sin contar los beneficios que sus jugos dan a la piel aplicados en forma de crema o emulsión al 30 %. Y es probable que adivine el futuro y que hable en lenguas. Y ella estará más feliz, que no tendrá que aguantar los asaltos de los mierdas que van al club a beneficiársela. Sólo yo, su máximo adorador, el Arzobispo de la Santa Madre Iglesia de su Llaga Multicolor, le dará lo que ella se merece. Bambú, bambú, bambú...¡Dios, que velocidad!
-Pepito, le has puesto demasiado café licor al plis-play. Ponme otro.-le dije mientras jadeaban mis neuronas
Durante los días sucesivos la visitaba a diario. No le quise hablar de mis planes para que no ardiera de desesperación. Es más, apenas hablábamos. Yo estaba poseído por una furia pictórica que me reconcomía. Tomaba febriles apuntes a carboncillo entre sorbo y lamido a aquel pozo iris de felicidad. Ella, abierta a todas las lujurias, tarareaba raras melodías de su país. A mí me ponían.
Comencé a deber dinero a medio pueblo. Mi economía, basada en un triste sueldo de docente y alguna venta caritativa y esporádica de mi producción plástica, no estaba para muchas alegrías de lupanar. Debía encontrar pronto una solución o mi bancarrota sería de por vida.
María José Cardú era una circunstancia mía. La conocí un día de farra. Acabamos en la playa aliviando nuestros ardores en mitad de un vendaval de arena. En la arena es terrible, es como hacerte una gallarda con dos pliegos de lija del siete. Pero las urgencias son las urgencias. Lo cierto es que a partir de entonces solíamos vernos a veces, bueno, más bien nos encontrábamos por azar e invariablemente nos dábamos a la lujuria con preferencia en aseos de bares. Era como ir cumpliendo las etapas de un tour vesánico.
María José era muy seria, trabajaba en el Ayuntamiento como directora de no se qué Patronato. Incluso en la manera de levantarse la falda de su traje sastre y bajarse las bragas se notaba su condición de funcionaria. Había cierto carácter oficial al ofrecerte lo suyo, cierta parsimonia institucional. Sólo faltaba (para sentirse uno frente a la ventanilla de lujurias varias en aseos públicos) haber guardado cola y que alguien te sellara las pelotas con una póliza de 2 euros.
A veces, mientras lo hacíamos me contaba anécdotas del alcalde, que por entonces era Ramonet (ella, a su modo, era muy puritana y concentrarse en la jodienda únicamente le parecía de mal gusto).. Recuerdo especialmente aquella en que Ramonet debía presentar al Sr. Josep Renau, preclaro cartelista, Ramonet enhebra su discurso, lanza su panegírico y al final dice: “...y, sin más, cedo la palabra a este gran artista, cedo la palabra ¡al Sr. Josep Citroën!. ¡Citroën en vez de Renau! ¿Lo cogéis? ¡Ja, ja, ja! ¡Qué bueno!...
Pero sigamos con lo nuestro. María José también, en ramalazos que ella atribuía a sus desvelos por mí, me exhortaba a dejar mi vida disoluta de docente matutino y gandul y borracho vespertino para consagrarme a una existencia responsable ya como ujier, ya como administrativo del Ayuntamiento que hay unas oposiciones ahora y vámonos que ya he acabado. Si no te dabas prisa y seguías su ritmo, era capaz de dejarte a medias porque el tiempo es oro, oiga, y no vamos a estar aquí moviendo el culo hasta que al nene le dé la gana.
María José Cardú tenía una cueva en la Romana y, en realidad, eso es lo que importa. Era el sitio ideal para esconder a Manuela.
Así que empecé a buscar a la Cardú por los bares que frecuentaba.
La encontré en Directo. Trasegaba su gin-tonic número ya no me acuerdo pero bastantes, que tengo ya los pies redondos y la lengua como un estropajo que se me sale de la boca.
Le expliqué lo que me pasaba, le expliqué mi plan, le expliqué que era imprescindible la llave de su cueva y su silencio y por favor, por favor, que mira como estoy de los nervios. María José me miró con ojos bovinos, luego se bajó del taburete y se encaminó hacia el water tambaleándose.
La seguí.
Cuando entré, Maria José vomitaba profusamente, casi toda la cabeza dentro de la taza y el culo en pompa. Le levanté la falda y le bajé las bragas, el hilito del Tampax le colgaba coqueto como una prolongación de la raya del culo. No tuve piedad, la empalé. Notaba sus arcadas subir por mi pedazo de carne y, mientras la bombeaba en lucha con el tampón, apoyé mi espejito sobre su espalda y me metí dos tiros de farlopa.
Un reguero de sangre y coagulos se deslizaba por mi entrepierna.
Era la una y cuarto. Quince minutos después las llaves de la cueva estaban en mi bolsillo. Tenía el glande garrapiñado por el duelo con el Tampax. Pero era feliz. Me veía ya con Manuela oliendo la fragancia resinosa de los pinos de la cueva.
Cogí la furgoneta y me metí en la noche camino del Club Balón. Una epifanía de estrellas me seguía por el cielo. El escozor en mi aparato parecíame un estimulante afrodisíaco, tan transido iba yo en mi calentura.
A las dos traspasé ansioso el umbral del putiferio. ¡Manuela! ¡Manuela! ¿y Manuela?. Silencio. ¡Manuela!. Manuela se ha ido. ¿Dónde?. No sé, se ha ido, no volverá, se ha ido fuera con su tronco. ¿Con su tronco?. Con su chulo, con su jare, ¡yo que sé!.
Manuela, Manuela, ¡Ay Manuela!.
El camarero me pareció un súcubo que movía la boca sólo para hablar en nombre de Astaroth.
Los demás eran sombras funestas, corifeos moviéndose en el decorado de una tragedia infernal.
Es una trampa.
Es una falacia.
Es mentira cochina.
Mi Manuela está perdida en la noche buscándome. Raptada por un sapo verde lleno de verrugas sebosas.
Manuela desapareciendo en esta noche asesina...
¡Venganza! ¡Venganza!, les grité a todos. A cada una de aquellas sombras canallas. Y dos brazos nervudos, dos brazos como tenazas se apresuraron a devolverme al bochorno nocturno.
La brumas sulfurosas de catorce pantanos parecían crecer y abalanzarse sobre aquella tristeza.
Mi vida, pálida, agonizaba flotando en un azarbe repleto de carpas azules.
Arrabal amargo.
Lloré apoyado en el quicio de la mancebía.
Mis lágrimas se deslizaban por el cristal oscuro de aquel saladar.
Los cañaverales se movían al aire caliente diciendo: No. No. No. ¡Nunca más!. ¡Nunca más!...
Y entonces, atraído por mi desesperado llanto, el chulo de la puerta se acercó, se apiadó de mí. Me mintió. Me dijo que a Manuela la había arrebatado hacia el cielo un carro de fuego tirado por siete caballos de fuego, con ruedas de fuego y todo de fuego. Y que ella no era de este mundo. Y que lo último que le oyó decir, mientras toda brasa carbón ascendía, fué mi nombre...mi nombre...mi nombre...
Y es que, en el fondo, el chulo de la puerta es un romántico de la hostia.

Manuel Maciá Martinez. Elx. Agosto 2003

De la Felleza y de lo Fello

Podríamos comenzar a hablar de la noción de belleza trayendo a colación algunas definiciones: Platónicas y antiplatónicas (”lo bello es lo que causa placer y agrado”; “lo bello es un atributo inmanente de las cosas”; “lo bello es una realidad absoluta”), E. Burke (“la belleza es un instinto social”), Hutcheson (“la belleza es una realidad perceptible mediante un sentido especial que no exige razonamiento o explicación”), Kant (“lo bello es lo que agrada universalmente y sin necesidad de concepto: finalidad sin fin”), Schopenhauer (“la belleza es el reconocimiento de lo general en lo particular”), V. Cousin (“lo bello es uno de los principios espirituales superiores”)...
Podríamos asimismo considerar distintas categorías o lenguajes desde los que hablar de lo bello: el semántico, el psicológico, el metafísico, el ético y el axiológico. Pero no dejaríamos de estar contestando a la pregunta: ¿Qué es la belleza?. Y yo pienso que la belleza no es. La belleza sucede. Y un suceso no puede ser una cualidad inherente a la cosa y, por tanto, la belleza no puede tampoco estar en la cosa. Es un momento espacio-temporal en el que algo nos conmueve. Por eso no podremos hablar de objetos intrínsecamente bellos, de sensaciones bellas por antonomasia, o sentimientos fundamentalmente bellos. La cualidad espacio-temporal, transitoria, evanescente de lo bello, anula el absolutismo en lo bello. Así que, por extensión, la estética sólo puede ir dando traspiés detrás del suceso de la belleza generando categorías nacidas muertas, más en una constatación de un hecho sucedido que en la implantación de códigos que nos permitan designar lo bello y lo feo..
Por otro lado esta delimitación de lo bello y lo feo, esta dicotomía, esta bipolaridad no es otra cosa que una herencia envenenada del racionalismo, de la modernidad enciclopédica, porque la categoría absoluta, la cualidad bella inherente a la cosa y la dualidad bello-feo se rompen en el suceso: no siempre me conmueve lo mismo, en el mismo lugar, de la misma manera. Noto lo bello en un amanecer y en otro no. Bella puede ser una adolescente reclinada sobre un parterre de flores en primavera y puede ser bella una vieja arrugada agonizando de perfil sobre un catre cutre. Bello el límpido río apenas nacido y bella la irisación que forma en el agua el aceite industrial. Bella la brisa en la cara y bello el huracán arrasando la tierra. Bello el placer, bello el dolor.
Pero bien es cierto que mientras esté utilizando en este escrito el término “bello” estará remitiéndome, estaré evocando su contrario: “feo” y yo me niego a seguir soportando estas dualistas imposiciones decimonónicas; así que propugno la utilización a partir de ahora de un término neutro, diluyente y específicamente dedicado a toda cosa susceptible de catalizar un suceso conmovedor sin entrar en condiciones dualistas. Exhorto al abandono del término “belleza” y sus derivados y aconsejo, a partir de ahora, el uso del término “FELLEZA” y sus derivaciones. O sea que ya podemos decir, para definir (al estilo enciclopedia) una cosa FELLA: “Toda cosa que haya sucedido con o en el momento de la percepción de la FELLEZA, ha sido o es FELLA”. Asimismo para definir la FELLEZA podremos decir que es: “El suceso en el que se nos manifiesta lo FELLO”. Es importante y quiero recalcar la referencia temporal: “ha sido o es” porque no podemos asegurar que la cosa sea FELLA en el futuro; la FELLEZA es una condición desprovista de perennidad, por tanto, no podemos asegurar que lo que es o ha sido FELLO lo siga siendo en el futuro.
Celebremos pues el nacimiento de la FELLEZA.
Saludemos pues el advenimiento del reinado de lo FELLO.
Tú eres FELLO, él es FELLO, somos FELLOS, y me da la sensación que la ciudad de Elche es profunda e incontestablemente FELLA.
Ya véis. Otro hito universal en la historia illicitana: el nacimiento de un concepto nuevo. Os lo regalo. De nada.

Manuel Maciá